Recostado sobre el suelo de madera con la cabeza sobre un
colchón sin cama. Un colchón sin cama pero con una mujer que se durmió sin
querer. Una mujer bronceada por las publicidades que sostienen un día eterno
sobre la calle Corrientes.
Corrientes de luz, corrientes eléctricas. Como impulsos que
se disparan sobre la superficie, te recorren y te encienden.
Exuberante, sensual, altiva y pretenciosa. Brilla mojada y
se ensancha. Se duplica en un reflejo que la lluvia maquillo.
La mujer se duerme pero me regala corrientes de ella.
Corrientes de buenos aires, de aires de paso. De pasos cortos para alcanzar de
un latigazo de ojos el título de algún libro.
Me regala una reflexión amena, un momento de pausa. Y en ese
instante, que parece ignorar todos los relojes, me siento adentro. Entregado.
Nadando con la corriente.