miércoles, 29 de abril de 2009

Lugares del interior


En Iruya, un pueblo en la provincia de salta, los días viernes en el colegio, a los chicos les toca ver la televisión. El colegio tiene luz a base de paneles solares lo que le posibilitan ser uno de los pocos lugares donde el gran periscopio del mundo lejano puede funcionar.
En la televisión dicen que pueden ver el “mundo exterior”, refiriéndose a los grandes edificios, las calles con asfalto y todas esas cosas que nos hacen “civilizados”. Civilizados que nos golpeamos entre nosotros con solo caminar, yendo rápido a ninguna parte. Como apurados por llegar, o en realidad apurados porque termine el viaje.
Curiosamente, llamamos al resto de las provincias que no son la capital “el interior”. Por lo tanto nosotros, los hombres de las ciudades, somos expertos y conocemos mucho más del “mundo exterior”. Somos los participes de lo que pasa afuera…actores de donde esta la acción…
…que duro debe ser para nuestro inconciente asumir que todo lo que conocemos es exterior, que no tenemos la capacidad de saber lo que es el “mundo interior”. Lo que nos pasa adentro.
Darnos cuenta que las cosas que les faltan son materiales. Y pensar en como, todas las comodidades que nos sobran nos condicionan a vivir para conseguirlas y acumularlas.
Que el ineludible equilibrio de las cosas nos esta diciendo que mucho de “lo de adentro” estamos descuidando.
Cuan imposible nos es dejar libre un silencio. Disfrutarlo. Compartirlo. Soportarlo. Silencios que en el interior se pueden remplazar con miradas. Como nos cuesta sostener la mirada en la gran ciudad. Como que hay que tener una razón para mirarse. Cuanto nos cuesta hacer una cosa a la vez. Que insensibles nos volvemos a lo más sublime, solo por conocer como único goce la superposición de estímulos.
Literalmente “vació” se siente no conocer el interior.