miércoles, 30 de septiembre de 2009

A un click de distancia


“Vivimos en la era de la comodidad”, pensó. El quería que se encuentren en alguna parte de la ciudad. Ella decía qué no había que programar ningún encuentro, que esperara a que “se de”. Que justo vayan al mismo lugar o que acudan por otras razones al mismo sitio donde se conocieron.
Lo que ella no sabía, era lo importante que era para él, el hecho de encontrarse. La acción que obligaba a ambos a desplazarse. A bañarse por el otro, elegir la ropa por el otro, esperar un colectivo, viajar parado, exponerse a la calle, a las miradas de los demás que te ven esperar. A el imaginario de “que estará esperando este muchacho?”. A la incertidumbre del primer contacto visual, a decirte acá esta mi cuerpo. Este que envuelve las palabras que te escribo en forma virtual, este del que no me puedo escapar. Este que no puede poner carita feliz con un botón, ni encubrirse en ángulos tramposos de fotografía. Este soy yo, y vine hasta acá para verte.
Claro, pero todo eso es un esfuerzo terrible comparado con “tipear” sentimientos. Cuantas flores te puedo mandar con un clic?. Seguramente menos de las que me animo a llevar por la calle a la vista de los demás.
Regalos, postales, todos ya dados a otros, como una fuente artificial de cariño para derrochar.
También pensó en sacar dos pasajes a África y mostrarle que todo seguía igual. Nada había cambiado después de tantas cadenas de mails. Esos mails que tan poco ayudan, pero que sirven para que algunos calmen su conciencia que les pide un poco de participación en la vida real.
Principalmente, el extrañaba enfrentar los silencios. Eso que parecía tan insoportable, que había que llenar y qué ahora ya no existía.
Ahora uno puede irse en cualquier momento de la conversación, sin decir adiós, sin mostrar la espalda, sin dejar al otro atrás. Encubierta la cobardía de no saber decir basta. Bastardeado lo importante de hacer esfuerzos por el otro.
Ella especuló en su larga lista lo conveniente de responderle, al no saber que hacer… no le dijo nada. Apago la computadora y conoció África mirando la televisión.